Carmen Dardalla, por Ana Martínez Quijano, 2018

Después de recorrer el mundo durante gran parte de su vida, Carmen Dardalla supo encontrar el sentido universal del arte. Así descubrió la condición determinante de la forma, primero de la arquitectura; luego, de la escultura. Con la mayor ambición comenzó a tallar la piedra y eligió el mármol, porque representa la eternidad. Gastón Bachelard observa: “El ser que tiene una forma domina los milenios”. Y añade: “Toda forma guarda una vida”. Este concepto guarda relación estrecha con la labor de nuestra artista: gestar vida a partir de la materia.

Los conocimientos de varias disciplinas sumados a una afinada sensibilidad, le permiten a Carmen Dardalla trabajar liberada de cualquier atadura o prejuicio. Con toda la historia del arte nutriendo su inconsciente estético, sus expresiones rinden cuenta de la dimensión de un tiempo que se expande, hunde sus raíces en el pasado y crece al mismo ritmo de la contemporaneidad. Ajena a los límites que impone la obediencia a determinadas características estilísticas, ya sean las de la bellísima estatuaria griega hasta las de la más intensa contemporaneidad, nuestra artista logra que en su obra palpite el arte de todos los tiempos. Las influencias son múltiples y se vuelven difusas. La imaginación, estimulada desde la infancia, se alimenta de las sobrecogedoras catedrales del medioevo cuyas torres perforan el cielo, pasando por el erotismo de los desnudos de Rodin y la visión del encanto que poseen los atuendos de la vida cotidiana, incluidas las zapatillas, sin olvidar la lección de amor que nos dejó Brancusi.

Los ojos habituados a descubrir la belleza donde quiera que esté, perciben la emoción que ésta procura. Los desplazamientos por diversos territorios y paisajes culturales han consolidado una experiencia visual que hoy le posibilita a Carmen Dardalla acometer con pasión y sin prejuicios las formas voluptuosas y largamente acariciadas, con el afán de que la vida se encarne en la piedra.

En una producción escultórica que incluye el diseño, encara con energía las formas coloridas y juguetonas del Pop. Dueña de un buen oficio que se suma al gesto firme y enérgico de sus manos, la artista decide pegar un gran salto hacia la abstracción en sus últimas piezas. Siempre con el estilo personal que la distingue.

Ana Martínez Quijano